jueves, 9 de mayo de 2013

JESÚS, FUENTE DE TODO BIEN

He aquí la fuente de todo bien, Jesús en el Santísimo Sacramento, el cual nos dice: "El que tenga sed venga a mí". 

Cuan abundante raudal de gracias han sacado siempre los santos de esta fuente del Santísimo Sacramento, en la que Jesús dispensa todos los meritos de su pasión, como predijo el profeta: "Sacarán aguas de las fuentes del Salvador". 

La condesa de Feria, aquella ilustre discípula de san Juan de Ávila, que se hizo religiosa de Santa Clara y a la que, por sus largas y frecuentes visitas a Jesús Sacramentado, al preguntársele qué hacía tantas horas delante del sagrarío, respondió: "De buena gana estaría allí por toda la eternidad". Pues, ¿Qué?, ¿No está allí el Hijo de Dios que será por toda la eternidad el regalado sustento de los Bienaventurados? ¡Santo Dios! Preguntan, Jesús Sacramentado, qué se hace en tu presencia o qué no se hace. Mas yo digo: ¿Qué clase de bien deja de hacerse? Se ama, se alaba, se agradece, se piden gracias. 

¿Qúe hace un pobre en presencia de un rico? ¿Un enfermo delante del médico? ¿Un sediento a la vista de una fuente Cristalina? ¿Un hambriento ante un esplendido banquete?

Jesús mío amabilísimo, mi vida y mi único amor, ¡Cuánto te costo quedarte con nosotros en este divino sacramento! Para ello debiste morir, sin lo cual no te hubiera sido posible estar sacramentado en nuestros altares. Y, ¡Cuantas injurias no has tenido que tolerar en este misterio adorable para estar pronto a auxiliarnos con tu presencia! Todo lo ha superado tu amor y el deseo que tienes de ser amado por nosotros. 

Ven, Señor, ven y entra en mi corazón y cierra por siempre sus puertas, de modo que nunca vuelva a entrar en él criatura alguna a robarme parte de aquel amor que yo te di y que te quiero dar por completo. Amado Redentor mío, domíname por entero y poséeme con tu dominio ilimitado. 

Si alguna vez no te obedezco cumplidamente, trátame con rigor para que en adelante sea más diligente en complacerte como quieres. Haz que no tenga otro deleite ni otro deseo que el de darte gusto, visitarte en tu altares, entretenerme con tu presencia y recibirte en la sagrada comunión. 

Busquen los demás otros bienes, que yo no quiero ni deseo otro bien que el tesoro de tu amor. Este es el único que te quiero pedir al pie del altar. Haz que me olvide de mí para acordarme únicamente de tu bondad. Serafines del cielo, no les envidio su gloria, sino el amor que le tienen a su Dios y Dios mío. Enséñenme lo que he de hacer para amarlo y darle gusto. 

Jaculatoria: Jesús mío, sólo a ti te quiero amar, sólo a ti quiero agradar. 

San Alfonso María de Ligorio


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