lunes, 24 de junio de 2013

MANIFESTACIÓN POR TODOS

Manif pour Tours, en español "Manifestación por Todos", es el nombre que ha adoptado un movimiento de jóvenes franceses que se oponen a la ley que aprueba el matrimonio homosexual y que además permite que estos adopten niños en Francia

Han realizado diversas manifestaciones, una de las cuales, la más grande, fue de un millón de personas, claro que esta cifra fue encubierta por los medios de prensa diciendo que sólo fueron unas miles de personas. Entre estos jóvenes se encuentra Nicolas Bernard, quien será puesto en prisión durante dos meses y además tendrá que pagar 1000 euros por haber salido a las calles a realizar una manifestación pacífica a favor de la familia. 

Como mencione son jóvenes como muchos jóvenes que ahora caminan por las calles del mundo, de Latino América y en especial de Perú, donde si bien la situación no está tan complicada, se ve que se avecinan vientos duros para nuestras tierras. 

Siempre se habla de que los jóvenes son la esperanza de la humanidad, de la Iglesia, pues bien, yo no creo que esto sea un pensamiento del todo católico, pues la esperanza es la Gracia que nos da nuestro Señor Jesucristo, sin embargo si creo que los jóvenes pueden hacer mucho si abrimos nuestro corazón de par en par a la 
Gracia de Cristo. 

Lo interesante es que muchos jóvenes están dormidos, están cansados de eso, de ser jóvenes, y muchos terminan viviendo un Cristianismo divertido, emotivo, o de salón, cansados de una verdad que ya no se les da muchas veces ni dentro de la Iglesia. Cuando es verdad que ahora tenemos que salir a hacer una manifestación por todos, por la Iglesia, por la vida, por los hombres, llevando el estandarte de Jesucristo por delante. 

Estas manifestaciones llámense acá en nuestra realidad, retiros espirituales, rezo del Santo Rosario, vigilias; no tienen que ser faltas de contenido, no podemos ir donde los pobres a darles pan sin llevarles también a Jesús, no podemos hacer retiros o encuentros donde se busque que todos se queden en nuestro grupo o después sean nuestros amigos, no podemos sólo dar charlas sentimentales llenas de gritos y canciones de ritmo romántica, si no se trata más bien de dejar que El Señor llene el corazón de todos estos jóvenes. 

Leía en un articulo que muchas veces por hacer mucho terminamos haciendo nada. Pues nos olvidamos que El Señor Jesús es quien convierte los corazones, no la charla o la conversación "super profundona". Jesús ya toco nuestros corazones, y es Él quien sabe de nuestras debilidades y carencias. 

Es un gran testimonio que aún en este siglo, jóvenes estén dispuestos a defender la vida, la ley natural. Jóvenes con hambre de Cristo, que no sólo hacen marchas sino que están dispuestos a dar la vida por la verdad. Que no sólo organizan retiros, sino que piensan, que están dispuestos a dejarse cuestionar por la verdad, y alimentar por la Fe, por la Iglesia.

viernes, 21 de junio de 2013

ORACIÓN A SAN MIGUEL ARCÁNGEL

San Miguel, significa "Quien como Dios". Su nombre hace referencia a su fidelidad a Dios. Es el Príncipe de la Milicia Celestial que baja al Demonio a los infiernos. 

Cuenta la historia, que el Papa León XIII tuvo una visión en la que veía al Demonio burlándose, dice "oí la espeluznante voz de satanás, desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar a todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo". También León XIII comprendió que si el demonio no lograba su objetivo sería humillado, de pronto vio a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a satanás con sus legiones en el abismo del infierno. Después de media hora, llamo a su secretario para la congregación de Ritos y le entrego una hoja de papel ordenándole que la enviara a todos los obispos del mundo indicando que bajo mandato tenía que ser recitada después de cada Misa, la oración que ahí él había escrito. 

San Miguel Arcángel, 
defiéndenos en la batalla. 
Sé nuestro amparo contra las perversidad 
y asechanzas del demonio. 
¡Reprímale Dios!, pedimos suplicantes. 

Y tú Príncipe de la milicia celestial 
arroja al infierno con el divino poder 
a Satanás y a los otros espíritus malignos 
que andan dispersos por el mundo 
para la perdición de las almas. 
Amén.

jueves, 20 de junio de 2013

HABLEMOS DE MÚSICA

Hace algún tiempo me encontraba discutiendo con unos amigos acerca de la música que se toca en la Santa Misa. Todos éramos Católicos en la discusión, sin embargo, pronto sentí como si estuviéramos hablando de fútbol y mi equipo fuese el rival del suyo. 

Mi argumento simplemente es aquel que la Iglesia proclama en sus concilios, incluyendo al Vaticano II. Además de otros documentos del magisterio, como la encíclica Tra Le Sollecitudini de San Pio X y un documento que publicó el arzobispado de Lima acerca de la música sacra.

Mi impresión es que todas las personas tenemos gustos musicales distintos, así, si hablamos de música a mí me gusta el rock, también el blues, clásica, el jazz, y puedo tolerar la salsa. Pero comprendo que este tipo de música no cumple con el fin último de la Santa Eucaristía. En cuanto a la música de la Iglesia yo prefiero la música Católica, teniendo en cuenta que hablo aquí del canto gregoriano y el polifónico, que la Iglesia ha conservado por tantos años en su tradición. Dice Alfred Tomatis refiriéndose al gregoriano “que este canto sea un canto que lejos de evocarnos un pasado más o menos idílico, sea un lenguaje del presente, útil ahora, en esta época compleja, cada vez más necesitada de la simplicidad y de la belleza de la fe, para mejor comprender el misterio de Dios y de su Iglesia". 

Algunos de mis amigos prefieren los cantos más modernos, que apelan más a la sensibilidad y menos al entendimiento. En el mejor de los casos de autores católicos, y bueno algunos otros de cantantes protestantes o cristianos. Entre sus argumentos, se excusan al decir que son cantos que todo el mundo entiende, o que atraen gente y hacen que las parroquias estén llenas; otro de los argumentos que mantienen es que son cantos que salen del corazón de las personas, por ende, también son lo suficientemente válidos para ser escuchados en la Misa. 

Mi pregunta es, ¿Cuándo un autor escribe un canto... que podría salir del corazón?; a su planta de naranja lima, ¿Es válido para cantarlo a lo más sagrado que es el sacrificio de la Santa Misa? Segundo, la proposición "todo el mundo los entiende" ¿Es real? Pues al decir esto podríamos estar diciendo que más de 2000 años las personas ¿Iban a Misa sin entender nada? o ¿Los cantos que compusieron los Santos no le hablan al corazón del hombre y no dan el culto debido a Dios? o quizás por otro lado, ¿Son cantos que el intelecto de nuestra época no puede entender? Además, el que las parroquias estén llenas ¿Es el fin último de la Misa? De ser así, estamos limitando la Santa Eucaristía a un fin multitudinario, o también limitando al sentimiento, de pronto terminamos siendo pelagianos. 

La belleza de la Eucaristía es dañada por posiciones caprichosas, de no querer obedecer a lo que la Iglesia dice, queremos que todo sea del corazón. Lo más noble que tiene el hombre es su intelecto, sin embargo, no abajamos nuestro intelecto para escuchar la voz de Dios. Preferimos cantos endebles en contenido, que no hagan pensar a nuestro cerebro, que atraigan gente, sólo queremos sentir. Si la fe sólo fuera sentimiento no se podría comunicar, si la fe sólo es sentimiento o activismo simplemente es una fe muerta. 

Las excusas de primer nivel son, si mi párroco lo hace, o el hermanito tal me enseño estas canciones. Y otras menos planeadas son, "es que son cantos bonitos". Definitivamente el criterio no entra en la concepción, no se puede pensar en fin último, en fin particular, en substancia y accidente. Por eso parece que fuésemos de un equipo de fútbol distinto, no tenemos el mismo director técnico ni mucho menos tenemos la misma estrategia. La verdad de pronto es relativa así como lo que enseña la Iglesia. Es al gusto del cliente y el cliente siempre tiene la razón. 

Para comprender la diferencia les dejo la comparación de dos cantos. Uno de Santo Tomas de Aquino de adoración a la Santa Eucaristía y otro del tan afamado canta-autor Cristiano Jesús Adrián Romero. Notemos la belleza de la letra de uno y lo repetitivo de la letra del otro. La profundidad de uno y la superficialidad en el otro canto. Cómo el primero pone a Dios en el centro del todo y el segundo da a entender que el hombre puede alcanzar a Dios con sus propias fuerzas, de pronto Dios es un Dios que desespera, que debilita, no es un Dios que da la paz. Mientras uno pide "has que siempre Señor, en Ti yo crea, que espere en Ti, que te ame sin medida", el otro dice "todo, daría, no importaría, lo que tenga que pasar, lo que tenga que esperar" ¿Acaso no necesita las fuerzas de Dios?

A quien le gusten los cantos de este u otro autor que no es Católico está bien, pueden escucharlos fuera de la Iglesia, pero no dentro donde se da culto a Dios y Él , solo Él tiene que ser el centro de la Liturgia.

Adoro te Devote (Santo Tomas de Aquino)

Te adoro con fervor, Deidad oculta
que estás bajo estas formas escondida:
a Ti mi corazón se rinde entero,
y desfallece todo si te mira.

Se engaña en Ti la vista, el tacto, el gusto
mas tu palabra engendra fe rendida;
cuanto el Hijo de Dios ha dicho creo,
pues no hay verdad cual la verdad divina.

En la Cruz la Deidad estaba oculta,
aquí la humanidad yace escondida,
y una y otra creyendo y confesando,
imploro yo lo que imploraba Dimas.

No veo, como vio Tomás, tus llagas,
mas por su Dios te aclama el alma mía;
haz que siempre, Señor, en Ti yo crea,
que espere en Ti, que te ame sin medida.

¡Oh memorial de la pasión de Cristo,
oh pan vivo que al hombre das vida!:
concede que de Ti viva mi alma
y guste de tus célicas delicias.

Jesús mío, pelícano piadoso,
con tu sangre mi pecho impuro limpia,
que de tal sangre una gotita puede
a todo el mundo salvar de su malicia.

Jesús, a quien ahora miro oculto:
cumple, Señor, lo que mi pecho ansía,
que a cara descubierta contemplándote,
por siempre goce de tu clara vista. Amén.




Por un momento en tu presencia (Jesús Adrian Romero)

Por un momento en tu presencia (aa) 
por un instante de tu amor 
por un destello de tu gloria (aa) 
por un minuto nada mas 
todo daria, no importaria 
lo que tenga que pasar 
lo que tenga que esperar 
por un momento en tu presencia (aa) 
por un instante de tu amor 
por un destello de tu gloria (aa) 
por un minuto nada mas 
todo daría, no importaría 
lo que tenga que pasar 
lo que tenga que esperar 
tengo hambre de ti 
de tu presencia, de tu fragancia, de tu poder 
hambre que duele, que debilita, que desespera 
por ti, tengo hambre de ti 
de tu presencia, de tu fragancia, de tu poder, 
hambre que duele, que debilita, que desespera, por ti 
por un momento en tu presencia, (aa) 
por un instante de tu amor 
por un destello de tu gloria (aa) 
por un minuto nada mas 
todo daría, no importaría 
lo que tenga que pasar, lo que tenga que esperar 
tengo hambre de ti, de tu presencia, de tu fragancia de tu poder 
hambre que duele, que debilita, que desespera, por ti 
tengo hambre de ti 
de tu presencia, de fragancia, de tu poder 
hambre que duele, que debilita que desespera, por ti 
tengo hambre de ti (oooh) hambre de ti Señor 
tengo hambre de ti (oooh) hambre de ti Señor 
tengo hambre de ti (oooh) hambre de ti Señor 
(uuuuuuuuuuuuuuuuuu) 

miércoles, 19 de junio de 2013

¿QUÉ DEBE HACERSE ANTES DE LA COMUNIÓN?


El Alma.- Señor, cuando pienso en tu dignidad y mi vileza, tengo gran temblor y me hallo confuso. Porque si no llego a ti, huyo de la vida; y si indignamente me atrevo, incurro en tu ofensa. 

Pues, ¿Qué haré  Dios mío, ayudador mío, consejero mío en las necesidades? Enséñame tú el camino derecho; proponme algún ejercicio breve conveniente para la sagrada comunión. Porque es útil saber de qué modo deba yo preparar mi corazón devotamente y con reverencia para recibir saludablemente tu sacramento o para celebrar tan grande y divino sacrificio. 

Jesucristo.- Sobre todas las cosas es necesario que el sacerdote de Dios llegue a celebrar, manejar y recibir este sacramento con grandísima humildad de corazón y con devota reverencia, con entera fe y con piadosa intención de la honra de Dios. 

Examina diligentemente tu conciencia, y según tus fuerzas, límpiala y adórnala con verdadero dolor y humilde confesión, de manera que no tengas o sepas cosa grave que te remuerda y te impida llegar libremente al sacramento.

Ten aborrecimiento de todos tus pecados en general, y por las faltas diarias duélete y gime más particularmente. Y si el tiempo te lo permite, confiesa a Dios todas las miserias de tus pasiones en lo secreto de tu corazón. 

Llora y duélete de que aún eres tan carnal y mundano, tan poco mortificado en las pasiones, tan lleno de movimientos de concupiscencia. 

Tan poco diligente en la guarda de los sentidos exteriores, tan envuelto muchas veces en vanas imaginaciones.
Tan inclinado a las cosas exteriores, tan negligente en las interiores. 
Tan fácil a la risa y a la disipación, tan duro para las lágrimas y la compunción.
Tan dispuesto a la relajación y regalos de la carne, tan perezoso al rigor y al fervor.
Tan curioso para oír novedades y ver cosas hermosas; tan remiso en abrazar las humildes y despreciadas.
Tan codicioso de poner mucho; tan encogido en dar; tan avariento en retener.
Tan inconsiderado en hablar, tan poco detenido en callar; tan descompuesto en las costumbres, tan indiscreto en las obras.
Tan desordenado en el comer, tan sordo a las palabras de Dios. 
Tan presto para holgarte, tan tardío para trabajar.
Tan despierto para oír hablillas y cuentos, y tan soñoliento para velar en oración.
Tan impaciente por llegar al fin, y tan vago en la atención.
Tan negligente en el rezo, tan tibio en la Misa, tan indevoto en la Comunión.
Tan a menudo distraído, tan raras veces enteramente recogido.
Tan prontamente conmovido a la ira, tan fácil para disgustar a los demás.
Tan propenso a juzgar, tan riguroso en reprender.
Tan alegre en la prosperidad, tan abatido en la adversidad.
Tan fecundo en los buenos propósitos, y tan estéril en ponerlos por obra. 

Después de haber confesado y llorado estos y otros defectos con dolor y gran disgusto de tu propia fragilidad, propón firmemente de enmendar siempre tu vida, y mejorarla de allí adelante. 

En seguida, con absoluta y entera voluntad, ofrécete a ti mismo para gloria de mi nombre, en el altar de tu corazón, como sacrificio perpetuo, encomendándome a mí con entera fe el cuidado de tu cuerpo y de tu alma, para que de esta manera merezcas llegar dignamente a ofrecer a Dios el santo sacrificio, y recibir saludablemente el sacramento de mi cuerpo. 

Pues no hay ofrenda más digna, ni mayor satisfacción para borrar los pecados, que ofrecerse a sí mismo pura y enteramente a Dios con el sacrificio del cuerpo de Cristo en la misa y comunión. 

Si el hombre hiciere lo que está de su parte y se arrepintiere verdaderamente cuantas veces acudiere a mí por perdón y gracia: “Vivo yo -dice el Señor-, que no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, que no me acordaré más de sus pecados”, sino que todos les serán perdonados.

miércoles, 12 de junio de 2013

ENTREVISTA A MONSEÑOR GUIDO MARINI

Reproducimos una entrevista a Mons. Marini, Maestro de ceremonias de el Papa Benedicto XVI y también del Papa Francisco. Dios los bendiga!

“La liturgia es como el asomarse del cielo sobre la tierra”. Monseñor Guido Marini, a quien Benedicto XVI nombró Maestro de las Celebraciones Litúrgicas pontificas el 1 de enero de 2007, explica en esta entrevista la importancia de la liturgia.
(PALABRA, n. 569, enero 2011) 


¿Por qué es importante la liturgia?
En la liturgia se hace presente de modo sacramental el misterio de nuestra salvación. Aquel que ha resucitado de la muerte, el Viviente, renueva el sacrificio redentor en virtud de la potencia del Espíritu Santo. De esa manera, mediante el rito litúrgico, el hoy de nuestra vida y de nuestra historia comienza a ser habitado por la eternidad de Dios y por su amor que salva. La liturgia es como el asomarse del cielo sobre la tierra, de modo que la tierra, el mundo de los hombres, es tocado en cierta manera por el cielo, el mundo de Dios, que es Verdad y es Amor. 

¿Que conviene hacer, en su opinión, para estimular la participación de los fieles en la Santa Misa?
Se trata de ayudar a entender que la participación en la liturgia es, sobre todo, la entrada de nuestra vida en otra Vida, la de Dios. En el rito litúrgico celebramos una acción que nos precede, y que nos es donada para que se convierta en nuestra. Me refiero a la acción del Señor Jesús, que ofrece su vida al Padre para la salvación del mundo. Se participa activamente en la celebración litúrgica si uno se deja implicar en esta acción sagrada, si se abre al don de esta nueva Vida, que es amor y que realmente nos hace cada vez más cristianos o, en otras palabras, hijos en el Hijo, conformes con la voluntad de Dios.

En este sentido, participación significa conformación progresiva con el Señor Jesús, asimilación cada vez más fiel a aquello que San Pablo define como el “pensamiento de Cristo”.

La participación, además, requiere también una actividad dentro del rito litúrgico, según las precisas indicaciones de la Iglesia al respecto. Esta actividad es importante, no cabe duda. También porque es expresión de la diversidad y complementariedad de los miembros del Cuerpo de Cristo.

Sin embargo, no serviría de nada si no contribuyese a realizar aquel grado de participación que es la transformación de nuestra vida en Cristo, a partir del encuentro con el misterio celebrado. 

Desde que asumió el encargo como Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias se han notado algunos cambios en las celebraciones del Papa...
Apenas me llegó la noticia de mi nombramiento como Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, me propuse ser en lo posible un servidor fiel del Santo Padre y de su vida litúrgica, esforzándome por colaborar para que la liturgia papal fuese lo más posible expresión de sus orientaciones y de sus indicaciones. La liturgia papal es la liturgia del Papa, ejemplo para la liturgia de toda la Iglesia, verdadero magisterio litúrgico ofrecido a todos. Por eso debe ser siempre la fiel expresión del pensamiento litúrgico del Papa. 

Benedicto XVI utiliza desde hace algún tiempo ornamentos cada vez más diversos, y en un cierto sentido “vistosos”, que pertenecieron también a sus predecesores. ¿Por qué?
No diría precisamente “vistosos”. En realidad, el Santo Padre utiliza vestiduras litúrgicas que varían en el estilo, en función del tiempo litúrgico y de las particulares celebraciones. Así, en algunas circunstancias lleva ornamentos antiguos y en otras, ornamentos nuevos. El criterio que se intenta seguir es el de la belleza, porque la liturgia está llamada a expresar, también en el lenguaje humano de los signos, la belleza del misterio de Dios que es Amor. El minimalismo no es el lenguaje apropiado en el arte litúrgico. Como nos han enseñado también los santos, para el culto de Dios hay que reservar lo mejor. De aquí es de donde nace, entre otras cosas, la verdadera caridad y el amor hacia los hermanos. En cuanto al hecho de que utilice de cuando en cuando vestiduras litúrgicas que pertenecieron a sus predecesores, es simple y elocuentemente una señal de continuidad con la historia que nos precede, un aprecio por los “tesoros de familia”, que son patrimonio litúrgico de la Iglesia de ayer y de hoy. 

La Cruz pastoral de plata de Pablo VI ha sido sustituida por una dorada…
En las celebraciones litúrgicas el Papa no usa el pastoral, como lo entendemos comúnmente para los Obispos. En el pasado, los Sumos Pontífices, en algunas circunstancias particulares, llevaban la ferula, el bastón en forma de cruz. Con Pablo VI entró en la praxis litúrgica papal, hasta Juan Pablo II, el uso de la cruz pastoral con el crucifijo. Benedicto XVI ha considerado más apropiado para la liturgia papal el uso habitual de la férula, la cruz pastoral sin el crucifijo. 

¿Cómo concebir la belleza de la acción litúrgica sin caer en un mero esteticismo?
Teniendo presente que no se puede desvincular la belleza, cuando es auténtica, de la verdad y el amor. Así, la presencia de la belleza en el acto litúrgico remite a aquella Belleza divina en la cual resplandecen la Verdad y el Amor de Dios. Dejarse alcanzar por esa Belleza debe significar la disponibilidad radical a someter la propia vida a la Verdad y al Amor, la voluntad de abandonar la mentalidad del mundo, en cuanto que en él habita el pecado y la rebelión frente al Señor, para abrazar sin tardanza la llamada a la santidad. 

En su opinión, ¿se precisa hoy una formación litúrgica más adecuada?
Sin duda. Lo que ya se sentía como una tarea urgente en los tiempos del Concilio Vaticano II, me parece que sigue siéndolo en el presente, quizá con una nota de urgencia aún mayor. Sólo gracias a una verdadera formación litúrgica los ritos y las oraciones de las celebraciones podrán ser el vehículo bello y extraordinariamente rico para entrar en el misterio celebrado. En caso contrario, corremos el riesgo de quedarnos en el umbral de una realidad inaccesible. En el tiempo de la nueva evangelización se requiere también un particular esfuerzo para una renovada formación litúrgica. 

Hablemos de la importancia del silencio en la Santa Misa.
En los documentos de la Iglesia se habla, a ese respecto, de “silencio sagrado”. Resulta con claridad que el silencio que debe observarse durante la celebración eucarística es parte integrante del misterio que se está celebrando. La oración de la Iglesia se compone de diversos aspectos, que guardan relación con todo el complejo de nuestra condición humana y con todos los tipos de lenguajes de que seamos capaces. Entonces rezamos con la palabra, con el canto, con la posición del cuerpo. Rezamos también con el silencio, que es sagrado porque nos permite dejar que resuene en las profundidades del corazón la extraordinaria experiencia del encuentro sacramental y de amor con el Verbo de Dios hecho carne, crucificado y resucitado para nuestra salvación. 

¿Y qué orientación es preferible en la celebración?
En realidad, la única orientación auténtica de la celebración litúrgica es hacia Dios. Otra cuestión es la que atañe a cómo esta orientación, concretamente, encuentra realización en la disposición del edificio-iglesia, del altar, del crucifijo. Me parece que es fundamental un dato, sobre el cual es necesario ser claros: en la celebración litúrgica todo debe servir de ayuda para que no se pierda la orientación al Señor, y para que se nos ayude a vivir la exhortación contenida al inicio del prefacio: “Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor”. 

Al menos en las Misas del Papa, el crucifijo ha vuelto al centro del altar...
Me parece que, sobre esto, el modo más convincente de responder a esa pregunta es remitir a lo que ha escrito Benedicto XVI en el prefacio al volumen de su Opera Omnia llamado Teología de la liturgia, recientemente editado también en italiano: “La idea de que sacerdote y pueblo deberían mirarse recíprocamente en la oración ha nacido sólo en la cristiandad moderna, y es completamente extraña a la antigua. Sacerdote y pueblo, ciertamente, no rezan el uno hacia el otro, sino hacia el único Señor. Por tanto, en la oración miran en la misma dirección: o hacia Oriente como símbolo cósmico por el Señor que viene o, donde esto no es posible, hacia una imagen de Cristo en el ábside, hacia una cruz o simplemente hacia el cielo, como el Señor hizo en la oración sacerdotal la víspera de la Pasión (Jn 17, 1). Entretanto se abre camino cada vez más, afortunadamente, la propuesta hecha por mí al final del capítulo en cuestión de mi obra [Introducción al espíritu de la liturgia, pp.70-80]: no proceder a nuevas transformaciones, sino poner simplemente la cruz en el centro del altar, hacia la cual puedan mirar juntos sacerdote y fieles, para dejarse guiar de tal modo hacia el Señor, al que rezan todos juntos”. 

El hecho de que el Santo Padre dé siempre la comunión en la boca y de rodillas, ¿quiere ser un ejemplo para toda la Iglesia? ¿Es el camino que se debe preferir?
Yo diría que en este caso vale la pena citar lo que afirma el Santo Padre en el libro-entrevista Luz del mundo, aparecido hace poco en las librerías: “Al hacer que se reciba la comunión de rodillas y al darla en la boca he querido colocar una señal de respeto y llamar la atención hacia la presencia real. No en último término porque, especialmente en actos masivos, como los tenemos en la basílica y en la plaza de San Pedro, el peligro de banalización es grande. […] He querido establecer un signo claro. Debe verse con claridad que allí hay algo especial. Aquí está presente Él, ante quien se cae de rodillas. ¡Prestad atención! No es meramente un rito social cualquiera del que todos podemos participar o no”. 

¿Qué lugar revisten el canto y la música? Y sobre todo, ¿qué tipo de música?
El canto y la música son parte integrante de la celebración litúrgica, y no un simple adorno. De ahí que en la liturgia el canto y la música, cuando son en la verdad de su ser, nacen del corazón que busca el misterio de Dios y se convierten en una exégesis del mismo misterio. Por tanto, hay un ligamen intrínseco entre la palabra, la música y el canto en la celebración litúrgica. Música y canto, en efecto, no pueden ser desligados de la palabra, la de Dios, de la cual en cambio han de ser interpretación fiel y des-velamiento. Esta es la objetividad del canto y de la música litúrgica, que no debería nunca entregarse a la extemporaneidad superficial de sentimientos y emociones pasajeras que no responden a la grandeza del misterio celebrado.

La historia de la Iglesia nos ha entregado, como repetidamente recuerdan los documentos del magisterio, dos formas musicales ejemplares desde este punto de vista: me refiero al canto gregoriano y a la polifonía romana clásica. Se trata de formas musicales que se ponen al servicio de la liturgia sin hacer de la liturgia un espacio al servicio de la música y del canto. Como tales deben ser conservadas, y a partir de ellas hay que dar vida y enriquecer el patrimonio de la música litúrgica de nuestro tiempo. 

¿Qué suerte le está correspondiendo al latín?
Antes que nada, el latín está nativamente ligado al gregoriano y a la polifonía romana clásica; y, en consecuencia, no puede por menos que ser conservado y valorado en este ámbito litúrgico. Añado sin embargo que hay también otros componentes de esta lengua, como su capacidad de dar expresión a aquella universalidad y catolicidad de la Iglesia a la que verdaderamente no es lícito renunciar.

¿Cómo no sentir, en este contexto, una extraordinaria experiencia de catolicidad cuando, en la basílica de San Pedro, hombres y mujeres de todos los continentes, de nacionalidades y lenguas diversas, rezan y cantan juntos en la misma lengua? ¿Quién no percibe la cálida acogida de la casa común cuando, al entrar en una iglesia de un país extranjero puede, al menos en algunas partes, unirse a los hermanos en la fe en virtud del uso de la misma lengua? Para que esto continúe siendo concretamente posible, es necesario que en nuestras iglesias y comunidades se conserve el uso del latín, por vía ordinaria y con la debida sabiduría pastoral. 

Como Usted decía, hace poco se ha publicado el undécimo volumen de la Opera Omnia de Joseph Ratzinger, precisamente sobre el tema de la liturgia. ¿Se puede afirmar que este es uno de los temas de fondo del pontificado de Benedicto XVI?
Creo que no hay duda sobre ello. Baste pensar en las repetidas intervenciones del Santo Padre en materia litúrgica desde el inicio de su pontificado, o también en la importancia dada a las liturgias celebradas en San Pedro, en Roma, en Italia y en cualquier parte del mundo. Por otra parte, un motivo dominante en el pensamiento del teólogo Joseph Ratzinger y en el magisterio de Benedicto XVI es el del primado de Dios, el de la prioridad absoluta del tema “Dios” y, por tanto, el de la Liturgia, para que no se pierda la correcta y verdadera orientación en la vida de los hombres, en la vida de la Iglesia. 


Por Giovanni Tridente (Roma)