martes, 14 de mayo de 2013

JESÚS, ALIMENTO Y COMPAÑERO NUESTRO

Dice el Padre Nieremberg que siendo el pan alimento que comiéndolo se consume y guardándolo se conserva, quiso Jesucristo quedarse entre nosotros como pan para ser consumido por medio de la comunión y para ser conservado en el sagrario, y estar así siempre presente entre nosotros como prueba del amor que nos tiene. 

"Se anonado a Sí mismo, escribe San Pablo, tomando forma de siervo". ¿Y qué deberíamos decir nosotros el verle tomar la forma de pan? No hay lengua, decía San Pedro de Alcántara, que sea capaz de declarar el amor que Jesús tiene a cada una de las almas que están en gracia. Por eso, al partir Jesús de esta vida, para que su ausencia no nos fuera ocasión de olvido, nos dejó en recuerdo este Santísimo Sacramento en el que Él mismo se quedó. 

Jesús mío, ya que estas presente en el sagrario para oír las súplicas de los desventurados que acuden a pedirte audiencia, escucha el ruego que te dirige el pecador más ingrato que vive sobre la tierra. 

Arrepentido llego a tus pies y me doy cuenta del mal que hice al disgustarte: por ello pido perdón por mis pecados. !Ojala nunca te hubiera ofendido! 

¿Sabes, Jesús, qué es lo que más anhelo? Desde que he conocido tu gran amabilidad estoy enamorado de ti, y siento un gran deseo de amarte y complacerte; pero no soy capaz sin Tu ayuda. Da a conocer, mi Jesús, a todos tu sumo poder y tu bondad sin medida. Convierte a este rebelde pecador en un gran amigo tuyo. Puedes hacerlo. Suple todo lo que a mí me falta, a fin de que llegue a amarte mucho o, al menos, perdona todo cuanto te he onfendido. 

Te amo, Jesús, sobre todas las cosas; te quiero más que a mi vida, Dios mío, mi amor y mi todo. 

Jaculatoria: Dios mío y mi todo. 

San Alfonso María de Ligorio

No hay comentarios:

Publicar un comentario